3º Concurso Internacional de Poesía y Narrativa
EL MENSÚ EDICIONES 2012
6º ORDEN DE MÉRITO:
Comuñe
Rusconi Guido Andrés
La Plata (Bs. As.)
Sabés Quique, en mi ciudad
donde vivo yo tenemos como una tradición los fines de año, que es armar unos muñecos
enormes, deben medir como cincuenta metros de alto y están hechos de cartón,
papel de diario y esas cosas. Cuando pasan las doce de la noche y entra el año
nuevo los queman porque tienen petardos y de todo adentro y no sabés como
explotan, vuelan pa’ todos lados los pedazos de muñeco. Eso en realidad me lo
contaron, porque siempre los queman más o menos después de la una y media de la
mañana y mi mamá a esa hora ya quiere que esté en la cama porque con todo el
turrón que como en la cena dice que me desvelo y qué se yo que. Pero es
bárbaro, Quique. Los 31 a la noche nos juntamos en una mesa larga, larga.
Estamos todos: están los abuelos, incluso el abuelo Miguel, que me dijo mi
hermano que últimamente anda medio medio de la cabeza, que no reconoce a la
gente y esas cosas, pero para mí es todo bolazo, viste cómo es mi hermano. Está
el tío Alberto que se sienta con mi papá y siempre se matan de risa toda la
noche. Cuando pregunto de qué se ríen, siempre me contestan que son cosas de
grandes. Cosas de grandes, como si quisiese ser grande, Quique. Me acuerdo que
el año pasado el tío Alberto vino con una chica muy bonita de la mano, Gloria
creo que se llamaba. Pero me parece que este año no viene porque escuché que mi
papá le dijo a mi mamá que la chica se había ido al campo a no se qué. A lo
mejor está en el mismo campo al que mandaron a Bobby, mi perro. Ah no, pero los
muñecos Quique, que cosa bárbara. Mi papá les dice “comuñe” y los 31 a la tarde
nos vamos en el Ford Taunus del tío Alberto a verlos, y la gente se reúne en
las plazas, en la rambla y saca fotos. Agarramos Circunvalación y no paramos
hasta ver veinte o treinta. Después vamos por 53 y por ahí siempre hay buenos.
Son grandes, pero no llego a entender que son. No te miento si te digo que son
enormes Quique, como de dos cuadras de largo, y de alto pasan el semáforo
fácil. ¿Te acordás del Ford Taunus de mi tío no? Lo viste la última vez que
vinieron para semana Santa. Es color bordó y resulta que una vez nos dice el
tío que quería ir hasta Mar del Plata. Mi papá le apostó como cuarenta mil
australes, que debe ser un montón de plata, a que no llegaba ni a Punta Lara
con eso. Al final no sé que pasó, si llegó o no, pero la cuestión es que lo
sigue teniendo. ¿En dónde estaba? Ah, los comuñe. Vos capaz que no lo entendés
porque sos porteño, y mi papa siempre habla del tuyo como “ese porteño de
mierda”, pero no le digas que yo te lo dije. A mí me encanta recorrer la ciudad
y ver los muñecos ahí, con la gente alrededor, los más chicos pidiendo monedas
a los autos para juntar para los cuetes y esas cosas que me dijo mi papá que
los hace volar por los aires. ¡Por los aires! ¿Te imaginás? Los más grandes se
encargan de arreglar las fallas que pueda tener y terminarlo, porque lo
importante es terminarlo, hay veces que ni terminado está pobre muñeco, y lo
queman así a medio hacer. Hace dos años unos amigos de mi hermano, que son más
grandes, me dijeron que los ayudara a juntar plata para el muñeco que estaban
haciendo. Era una caja de vino, o una de cigarrillos, no se notaba mucho, y
tampoco era muy bueno, medía como lo que medís vos, que sos un poco más alto
que yo. Mi mamá no me dejó porque siempre dice que los de la esquina son mala
junta y no se que más, que siempre ve que mi hermano está fumando con ellos en
la esquina y se pone triste. Mi mamá se preocupa mucho por el Javi, siempre le
dice que estudie y que termine el secundario y vaya a la facultad así después
puede tener “la chapa”. Siempre dice eso, “la chapa, la chapa”. No sé que será
la chapa, pero imagino que es algo que te dan cuando vas a la escuela por mucho
tiempo. Se preocupa mucho mi mamá. Entonces no me dejó y no sabés la bronca que
me agarré, porque yo quería ayudar Quique, de verdad que quería. Le patalié y
le patalié a mi mamá pero no hubo caso, me zurró un par de veces y me dijo
“mocoso e’ porquería” y me mandó a la pieza, y me sacó el Philco a color que
tengo ahí, y no me lo dio hasta que empezó febrero. Pero mi hermano sí ayudaba
con el muñeco, y a veces yo veía que sacaba algunas monedas del frasco que está
arriba de la heladera para que yo no lo alcance, porque una vez saqué para
comprar unos Flynn Paff de ahí y cuando se enteró mi mamá casi me corta la
mano, tendrías que haber visto lo enojada que estaba mi mamá, Quique. Pero al
Javi lo quiero mucho, no le voy a decir a mi mamá que sacaba monedas de ahí.
Después iba al quiosco de doña Irma y compraba unos cigarrillos sueltos porque
para un paquete no le alcanzaba, y si le sobraba algo se lo daba a Rubén, un
amigo de esos que te dije de la esquina. Con esas moneditas que le sobraban
iban comprando cuetes para hacer explotar la caja de vino. Ah y una vez, ese
mismo año, no te imaginás lo que me pasó Quique. Estaba llorando en mi pieza
porque me habían sacado el Philco y no podía ver Mazinger Z y porque además mi
mamá no me dejaba juntar monedas para el muñeco del Javi. Mi papá vino y me
dijo si quería ir a caminar por el barrio a ver los comuñe. Me sequé las
lágrimas y después de ponerme las zapatillas salimos a caminar por ahí. En lo
de doña Irma me compró una Coca y un huevito Kinder con tal de que no llorara y
yo chocho, lástima que en verano el chocolate del Kinder se te derrite en los
dedos. Pero yo chocho. Íbamos por calle 28 y no sé cuánto y en la esquina veo
un Bogs boni parado ya terminado, estaba buenísimo, debería medir como diez
metros de alto, era gigante. Había mucha gente del barrio y chicos que conozco
de la escuela, como el gordo Filiberti o ese que es medio colorado y le decimos
“foforito”. Entonces viene el gordo y me dice “che, el coso este se mueve, andá
a ver”. Yo no le creo nada al gordo Filiberti, en la escuela siempre te pide
monedas para comprarse un Guaymallén porque dice que en la casa no le dan, pero
tiene. Igual fui a ver el muñeco y te juro Quique que era enorme, no le llegaba
ni a la cola esa que tiene Bogs boni. “¿Dónde se mueve?” le grité al gordo, y
vi como se reía con foforito y ahí pensé que me había bolaceado de vuelta, pero
me doy vuelta y veo como empieza a mover la parte de arriba, y después el
brazo, y el brazo hacía no se qué cosa que le acercaba la zanahoria a la boca y
parecía que la mordía. Ojo, a mí no me gusta la zanahoria, mi mamá siempre me
corre por la casa para que le coma la rúcula, pero es un asco, y me imagino que
la zanahoria también debe serlo. Te juro que no lo podía creer, Quique. “¡Está
vivo! ¡Está vivo!” empecé a gritar, y mi papá me pedía que baje la voz que lo
ponía en vergüenza, pero a mi no me importaba porque estaba viendo a un coso
gigante de veintipico de metros que estaba cobrando vida. El gordo y foforito
también empezaron a gritar hasta que los padres de los dos aparecieron y se los
llevaron porque estaban armando lío y al gordo no lo parás más si se pone a
armar lío, en la escuela siempre lo retan porque agarra las tizas y se las tira
a todos, un día casi le saca un ojo a Anita. Bah, eso nos dijo él, yo no fui
justo ese día porque tenía cuarenta y uno de fiebre. Es medio bolacero. Pero
ese muñeco Quique, no sabés lo que era. Llegué a mi casa y le empecé a hablar
sobre él a mi hermano, y me decía que no estaba vivo sino que lo movían con
unas sogas que las manejaban desde no sé donde. Pero no sé si creerle al Javi,
primero me dice que el abuelo anda medio mal y después esto, para mí que no es
así. Tiene que estar vivo el coso ese, ¿cómo se mueve sino? Pasa que él no lo
vio, si lo veía se caía de culo (espero que mi mamá no me haya escuchado). Y
resulta que después a la noche mi papá viene y me dice si quería ir a ver como
lo quemaban, porque vio que me había gustado. Pero le dije que no Quique,
¿sabés por qué? Me dio un poco de lástima que lo fuesen a quemar. Alguien lo
había hecho y después le dio vida, ¿y ahora lo iban a quemar? No quería verlo.
Y ahora a cada rato me dice mi hermano que cuando crecés los muñecos ya no se
ven tan grandes ni tan buenos como los veo yo y no te gustan más. Pero para mí
eso no es verdad. Cuando tenga su edad creo que los muñecos ya van a ser tan
grandes como edificios y van a ser imposibles de quemar, o les va a dar
lástima, como me dio a mi el Bogs boni. Además, los grandes no saben nada. Si
crecer quiere decir que no te van a gustar más los muñecos, prefiero seguir
siendo un mocoso e’ porquería que piensa que esos cosos están vivos y se
mueven, así solitos.
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