8 de octubre de 2012

Comuñe - Rusconi Guido Andrés



3º Concurso Internacional de Poesía y Narrativa
EL MENSÚ EDICIONES 2012



6º ORDEN DE MÉRITO:
Comuñe
Rusconi Guido Andrés
La Plata (Bs. As.)


Sabés Quique, en mi ciudad donde vivo yo tenemos como una tradición los fines de año, que es armar unos muñecos enormes, deben medir como cincuenta metros de alto y están hechos de cartón, papel de diario y esas cosas. Cuando pasan las doce de la noche y entra el año nuevo los queman porque tienen petardos y de todo adentro y no sabés como explotan, vuelan pa’ todos lados los pedazos de muñeco. Eso en realidad me lo contaron, porque siempre los queman más o menos después de la una y media de la mañana y mi mamá a esa hora ya quiere que esté en la cama porque con todo el turrón que como en la cena dice que me desvelo y qué se yo que. Pero es bárbaro, Quique. Los 31 a la noche nos juntamos en una mesa larga, larga. Estamos todos: están los abuelos, incluso el abuelo Miguel, que me dijo mi hermano que últimamente anda medio medio de la cabeza, que no reconoce a la gente y esas cosas, pero para mí es todo bolazo, viste cómo es mi hermano. Está el tío Alberto que se sienta con mi papá y siempre se matan de risa toda la noche. Cuando pregunto de qué se ríen, siempre me contestan que son cosas de grandes. Cosas de grandes, como si quisiese ser grande, Quique. Me acuerdo que el año pasado el tío Alberto vino con una chica muy bonita de la mano, Gloria creo que se llamaba. Pero me parece que este año no viene porque escuché que mi papá le dijo a mi mamá que la chica se había ido al campo a no se qué. A lo mejor está en el mismo campo al que mandaron a Bobby, mi perro. Ah no, pero los muñecos Quique, que cosa bárbara. Mi papá les dice “comuñe” y los 31 a la tarde nos vamos en el Ford Taunus del tío Alberto a verlos, y la gente se reúne en las plazas, en la rambla y saca fotos. Agarramos Circunvalación y no paramos hasta ver veinte o treinta. Después vamos por 53 y por ahí siempre hay buenos. Son grandes, pero no llego a entender que son. No te miento si te digo que son enormes Quique, como de dos cuadras de largo, y de alto pasan el semáforo fácil. ¿Te acordás del Ford Taunus de mi tío no? Lo viste la última vez que vinieron para semana Santa. Es color bordó y resulta que una vez nos dice el tío que quería ir hasta Mar del Plata. Mi papá le apostó como cuarenta mil australes, que debe ser un montón de plata, a que no llegaba ni a Punta Lara con eso. Al final no sé que pasó, si llegó o no, pero la cuestión es que lo sigue teniendo. ¿En dónde estaba? Ah, los comuñe. Vos capaz que no lo entendés porque sos porteño, y mi papa siempre habla del tuyo como “ese porteño de mierda”, pero no le digas que yo te lo dije. A mí me encanta recorrer la ciudad y ver los muñecos ahí, con la gente alrededor, los más chicos pidiendo monedas a los autos para juntar para los cuetes y esas cosas que me dijo mi papá que los hace volar por los aires. ¡Por los aires! ¿Te imaginás? Los más grandes se encargan de arreglar las fallas que pueda tener y terminarlo, porque lo importante es terminarlo, hay veces que ni terminado está pobre muñeco, y lo queman así a medio hacer. Hace dos años unos amigos de mi hermano, que son más grandes, me dijeron que los ayudara a juntar plata para el muñeco que estaban haciendo. Era una caja de vino, o una de cigarrillos, no se notaba mucho, y tampoco era muy bueno, medía como lo que medís vos, que sos un poco más alto que yo. Mi mamá no me dejó porque siempre dice que los de la esquina son mala junta y no se que más, que siempre ve que mi hermano está fumando con ellos en la esquina y se pone triste. Mi mamá se preocupa mucho por el Javi, siempre le dice que estudie y que termine el secundario y vaya a la facultad así después puede tener “la chapa”. Siempre dice eso, “la chapa, la chapa”. No sé que será la chapa, pero imagino que es algo que te dan cuando vas a la escuela por mucho tiempo. Se preocupa mucho mi mamá. Entonces no me dejó y no sabés la bronca que me agarré, porque yo quería ayudar Quique, de verdad que quería. Le patalié y le patalié a mi mamá pero no hubo caso, me zurró un par de veces y me dijo “mocoso e’ porquería” y me mandó a la pieza, y me sacó el Philco a color que tengo ahí, y no me lo dio hasta que empezó febrero. Pero mi hermano sí ayudaba con el muñeco, y a veces yo veía que sacaba algunas monedas del frasco que está arriba de la heladera para que yo no lo alcance, porque una vez saqué para comprar unos Flynn Paff de ahí y cuando se enteró mi mamá casi me corta la mano, tendrías que haber visto lo enojada que estaba mi mamá, Quique. Pero al Javi lo quiero mucho, no le voy a decir a mi mamá que sacaba monedas de ahí. Después iba al quiosco de doña Irma y compraba unos cigarrillos sueltos porque para un paquete no le alcanzaba, y si le sobraba algo se lo daba a Rubén, un amigo de esos que te dije de la esquina. Con esas moneditas que le sobraban iban comprando cuetes para hacer explotar la caja de vino. Ah y una vez, ese mismo año, no te imaginás lo que me pasó Quique. Estaba llorando en mi pieza porque me habían sacado el Philco y no podía ver Mazinger Z y porque además mi mamá no me dejaba juntar monedas para el muñeco del Javi. Mi papá vino y me dijo si quería ir a caminar por el barrio a ver los comuñe. Me sequé las lágrimas y después de ponerme las zapatillas salimos a caminar por ahí. En lo de doña Irma me compró una Coca y un huevito Kinder con tal de que no llorara y yo chocho, lástima que en verano el chocolate del Kinder se te derrite en los dedos. Pero yo chocho. Íbamos por calle 28 y no sé cuánto y en la esquina veo un Bogs boni parado ya terminado, estaba buenísimo, debería medir como diez metros de alto, era gigante. Había mucha gente del barrio y chicos que conozco de la escuela, como el gordo Filiberti o ese que es medio colorado y le decimos “foforito”. Entonces viene el gordo y me dice “che, el coso este se mueve, andá a ver”. Yo no le creo nada al gordo Filiberti, en la escuela siempre te pide monedas para comprarse un Guaymallén porque dice que en la casa no le dan, pero tiene. Igual fui a ver el muñeco y te juro Quique que era enorme, no le llegaba ni a la cola esa que tiene Bogs boni. “¿Dónde se mueve?” le grité al gordo, y vi como se reía con foforito y ahí pensé que me había bolaceado de vuelta, pero me doy vuelta y veo como empieza a mover la parte de arriba, y después el brazo, y el brazo hacía no se qué cosa que le acercaba la zanahoria a la boca y parecía que la mordía. Ojo, a mí no me gusta la zanahoria, mi mamá siempre me corre por la casa para que le coma la rúcula, pero es un asco, y me imagino que la zanahoria también debe serlo. Te juro que no lo podía creer, Quique. “¡Está vivo! ¡Está vivo!” empecé a gritar, y mi papá me pedía que baje la voz que lo ponía en vergüenza, pero a mi no me importaba porque estaba viendo a un coso gigante de veintipico de metros que estaba cobrando vida. El gordo y foforito también empezaron a gritar hasta que los padres de los dos aparecieron y se los llevaron porque estaban armando lío y al gordo no lo parás más si se pone a armar lío, en la escuela siempre lo retan porque agarra las tizas y se las tira a todos, un día casi le saca un ojo a Anita. Bah, eso nos dijo él, yo no fui justo ese día porque tenía cuarenta y uno de fiebre. Es medio bolacero. Pero ese muñeco Quique, no sabés lo que era. Llegué a mi casa y le empecé a hablar sobre él a mi hermano, y me decía que no estaba vivo sino que lo movían con unas sogas que las manejaban desde no sé donde. Pero no sé si creerle al Javi, primero me dice que el abuelo anda medio mal y después esto, para mí que no es así. Tiene que estar vivo el coso ese, ¿cómo se mueve sino? Pasa que él no lo vio, si lo veía se caía de culo (espero que mi mamá no me haya escuchado). Y resulta que después a la noche mi papá viene y me dice si quería ir a ver como lo quemaban, porque vio que me había gustado. Pero le dije que no Quique, ¿sabés por qué? Me dio un poco de lástima que lo fuesen a quemar. Alguien lo había hecho y después le dio vida, ¿y ahora lo iban a quemar? No quería verlo. Y ahora a cada rato me dice mi hermano que cuando crecés los muñecos ya no se ven tan grandes ni tan buenos como los veo yo y no te gustan más. Pero para mí eso no es verdad. Cuando tenga su edad creo que los muñecos ya van a ser tan grandes como edificios y van a ser imposibles de quemar, o les va a dar lástima, como me dio a mi el Bogs boni. Además, los grandes no saben nada. Si crecer quiere decir que no te van a gustar más los muñecos, prefiero seguir siendo un mocoso e’ porquería que piensa que esos cosos están vivos y se mueven, así solitos.  


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